jueves, 19 de mayo de 2016

Lamentos sordos

Es un burbuja de aguas oscura llena de sentimientos amargos y culpables. Donde sólo él silencio me acompaña y el sabor salado de mis lágrimas rondando por mis mejillas sin descanso es mi alimento. Mi único y angustiado alimento.

Un alimento, además, amargo que desearía cambiar por tus labios, que a diferencia de mis lágrimas son dulces...o algo así recordaba, este alimento duele y sólo asentua el vacío que dejan tus recuerdos.

Antes era más divertido soñarte, ahora sólo duele cada vez más ¿no se supone que el tiempo debería borrar estas emociones tan dolorosas y que ya nada se sentiría mal? La persona que inventó semejante patraña seguro que murió ahogado en la soledad del desamor, porque fue un vil mentiroso, digo, tuvo que morir así, creyendo fielmente a sus palabras.

A veces las sensaciones son tan fuertes que siento que la cabeza me va a explotar, antes se sentían en todo mi cuerpo los hormigueos placenteros pero ahora las imágenes sólo pasan como un borrón que hería mi ser, es que no tienes idea de cuántas veces me he imaginado volver a ti ¿o tu a mi? Ya eso no importa, pertenecernos, a eso me refiero.

¿Te tomarías un instante y leerías entre letras lo quiere decir un "hola"? Dios sabe que me encantaría que lo supieras, que lo entendieras, pero eres tan ausente que pareces un repelente contra mi persona. Diablos, eso fue casi profundo. O quizás la verdad es que ya lo sabes y optastes por seguir lejos, por no volver.

No te culparía si es esa tu decisión, en estas cosas nada se obliga, ya sabes, no me gustaría que fueras infeliz, como yo lo soy ahora.

Sí, si, que tarde me he dado cuenta de ello, pero sólo aquí es que puedes entenderlo. No puedes entenderlo en otro lugar o de otra manera.

Si esto es algo que leerías supongo que entenderías cómo me siento. Pero quién sabe, quizás no vayas a leer esto nunca y por eso está aquí.

Lamentos sordos

Es un burbuja de aguas oscura llena de sentimientos amargos y culpables. Donde sólo él silencio me acompaña y el sabor salado de mis lágrimas rondando por mis mejillas sin descanso es mi alimento. Mi único y angustiado alimento.

Un alimento, además, amargo que desearía cambiar por tus labios, que a diferencia de mis lágrimas son dulces...o algo así recordaba, este alimento duele y sólo asentua el vacío que dejan tus recuerdos.

Antes era más divertido soñarte, ahora sólo duele cada vez más ¿no se supone que el tiempo debería borrar estas emociones tan dolorosas y que ya nada se sentiría mal? La persona que inventó semejante patraña seguro que murió ahogado en la soledad del desamor, porque fue un vil mentiroso, digo, tuvo que morir así, creyendo fielmente a sus palabras.

A veces las sensaciones son tan fuertes que siento que la cabeza me va a explotar, antes se sentían en todo mi cuerpo los hormigueos placenteros pero ahora las imágenes sólo pasan como un borrón que hería mi ser, es que no tienes idea de cuántas veces me he imaginado volver a ti ¿o tu a mi? Ya eso no importa, pertenecernos, a eso me refiero.

¿Te tomarías un instante y leerías entre letras lo quiere decir un "hola"? Dios sabe que me encantaría que lo supieras, que lo entendieras, pero eres tan ausente que pareces un repelente contra mi persona. Diablos, eso fue casi profundo. O quizás la verdad es que ya lo sabes y optastes por seguir lejos, por no volver.

No te culparía si es esa tu decisión, en estas cosas nada se obliga, ya sabes, no me gustaría que fueras infeliz, como yo lo soy ahora.

Sí, si, que tarde me he dado cuenta de ello, pero sólo aquí es que puedes entenderlo. No puedes entenderlo en otro lugar o de otra manera.

Si esto es algo que leerías supongo que entenderías cómo me siento. Pero quién sabe, quizás no vayas a leer esto nunca y por eso está aquí.

domingo, 15 de mayo de 2016

Almas vacías

Aquella chica de mirada pérdida y caida, con el alma triste y acabada se encontraba desolada, sin reconocer su propio ser, aislada en su propio desierto, un desierto autoimpuesto, con los huesos agarrotados, encogidos y la piel resquebrajada, seca. Sus pies se hundían en la arena caliente, mas que arena parecia lava, hervía, aquello dolía cada día más, las úlceras por el calor tan fuerte no dejaban de aparecer en su cuerpo, y tampoco se permitían sanar. El vapor no paraba de sofocorla. Su respiración era descompuesta, agitada y trabajosa. Cada vez que inhalaba sus pulmones perdían fuerza.

Ahí va esa chica, decían todos. La chica que contaba chistes y sonreía a cada momento, la chica que al pasar saludaba cortez, aquella a la se le achicaban los ojos cuando mostraba sus dientes, la chica que no paraba de hablar sobre cualquier cosa para entrenerte. A todos les parecía gustar esa chica, parecía tan feliz ¿sabían ellos el desierto que esa chica llevaba por dentro?

Las noches eran heladas en aquel desierto, las noches eran las más difíciles de llevar, sus labios agrietados tenían gruesas costras, sus dientes chocaban sin control, ella abrazaba su delgado y anorexico cuerpo en busca de un poco de calor, de consuelo; el calor que tanto odiaba de de día no parecía tan malo después de todo. Ahora que no había una luna que la arropara y velara por ella para alumbrar el camino que no paraba de recorrer, viéndolo todo desde la fría noche, el desierto parece más lleno de día. Más lleno de algo, aunque en realidad estaba igual de vacío. Pero no hay que negar que a la chica le asustaba la noche.

No había comida en ese desierto, no había agua, no había dónde dormir, donde sentarse, donde apoyarse. Tampoco habían rocas, plantas, nubes o relámpagos. No habían animales. Sólo arena, infinita y cruel arena.

¿Cómo llegó aquella chica a ese desierto? Ella sabía muy bien cómo. Hace tiempo cuando todo estaba bien, si ahora mira atrás estaba arrepentida por su ataque que ahora se ve más que errático, tonto, sin sentido. Un ataque que la llevó a este desierto que no sabía podía existir en algún lugar. Ni si quiera en su imaginación.

Algunos días esa chica mientras estaba con sus amigos y fingía que el desierto en su interior no existía terminaba por creer fervientemente que está bien. Que ya no existe desierto alguno en ningún lugar del mundo.

Derrocha sonrisas como si estas fueran gratis y no las tuviera contadas con cuentagotas; se ríe a carcajadas de cualquier cosa. Suspira tranquila, respira sintiéndose viva. Siente su corazón palpitar y lleno de gracia. Brinca contenta de lo bien que lo está pasando y entonces cuando todo acaba y todo se llena de despedidas felices y algunas despedidas borrosas por lo consumido, todo se funde, se derrite y entra al frío desierto, en dónde, en realidad, no hay nada.

La chica sentada y casi hundida en fría arena, despeinada por el viento que sólo irritaba aún más su cara resquebrajada, pensaba en lo bien que sería marchar atrás, tratar de retroceder y hacer que nada ha pasado, que nunca pasó o se equivocó, que el desierto no existió, que el frío jamás lo sintió y que el calor tan doloroso nunca fue real.

Esta chica no recordaba como devolver sus pasos, parecia haber caminado millas en su desespero sin sentido, ella se ponía en pie y giraba su cuerpo asorada, se abrazaba con fuerza e iba contra el viento que soplaba fuerte cada que lo hacia, tratando de doblegarla, parecía dar un paso y retroceder dos, la lastimaba la fuerza del viento, casi parecia un huracán empeñado en no hacerla volver y lanzarla lejos, aún mas lejos de lo que se encontraba, pero a ella no le importaba, ella quería volver, quería regresar, quería estar en casa.

Más de una vez el viento era tan fuerte que debía parar, parecía que ganaría la batalla, a la pobre chica no le quedaba de otra que hacerse un ovillo en la fina arena. Cuanto odiaba esa arena. Su única compañera y enemiga. A veces, la chica, pensaba que era más fácil seguir caminando hacia donde iba el viento, sería un camino mucho más fácil y menos agotador e hiriente. Pero cada que seguía el viento no podía evitar sentir que el desierto se burlaba de ella porque estaba ganando y llevando la razón, se hacía aún más infinito, imposible. La absorbía llevándola al centro, aunque ella no sabía cuál era centro o si había algo allí.

Cuando eso pasaba la chica miraba atrás y tratando de burlar al viento, como tantas veces el viento hacía con ella, creaba una mueca o lo que ella conocía como sonrisa, aquel desierto también le quitó eso, aquí solo había dolor, no había felicidad; ella volvía en sus pasos a gatas, de rodillas y suplicando una y otra vez por encontrar en camino, se quemaba las rodillas y piernas que ya estaban cayosas, sus heridas dolían pero su determinación era tal que no le importaba sentir como la arena se clavaba en su piel como cuchillos. La arena eran miles de navajas afiladas que no tenían piedad alguna. El desierto no tiene piedad.

En ese  desierto, la chica, había dejado partes de ella. Ni si quiera lo notaba pues ni ella misma lo sabía. La arena iba ocultando esas partes que se soltaban y separaban de ella mientras trataba, en su afán, llegar al comienzo de todo, de volver y no entrar más nunca en ese desierto. Un desierto que si no viviera en él, pues simplemente fuera ficticio. ¿Quién podría crear algo tan horrible?

Hoy la chica esta ahí, luchando, la chica ya no gatea porque sus rodillas no pueden más, hoy ella se arrastra como lo vio hacer en muchas películas de acción, dañando sus codos y brazos, rasgando su pecho con la dura arena tratando de encontrar el camino que la lleve de vuelta a Él.

Último verso a tu nombre.

El tiempo pasa y lentamente pasas con el. A su paso no deja huellas, no deja esperanza y muchas veces no deja nada.

Hay personas que son como el tiempo, pero hay otras que son todo lo contrario. Que realzan lo cotidiano, que dejan las huellas y a veces heridas, dejan esperanzas llenas y corazones vacíos.

No hay nada que yo pueda hacer por este corazón vacío, solo puedo esperara que en algún punto de esta vida tan corta y tan efímera llegue alguien que llene el vacío que dejaste.

No fuiste egoísta, todos sabían que las cosas no iban a aclarar, oscurecerían porque hoy no es nuestro destino y tampoco lo será mañana. Quizás nunca lo fue y no lo será y todo esto fue un error. Las lágrimas han sido innecesarias y los lamentos sin sentido, pues tu amado mio, nunca fuiste para mi.